EL RINCÓN DE PAULA IV
Vuelvo a publicar otro de mis poemas, esta vez, el soldadito, y es ya el cuarto poema que edito en el blog, espero que os guste.
EL
SOLDADITO
Érase un potrillo, despierto y confiado que
crecía en un paraíso maravilloso; sus
prados verdes, el sol mas grande y tantos animales como amigos.
El potrillo iba creciendo y se hacía un
hermoso caballo con buen porte, y su nobleza grabada en la frente.
Seguía en su tierra feliz y llena de amigos
donde no faltaba nada.
Una mañana nublosa salió a trotar, porque
había tenido sueños inquietos; la noche
se le hizo larga y trotando, trotando, llegó hasta el río. Nunca iba tan lejos. Bebió agua y al levantar su noble y confiada
cabeza, topó con un ser deslumbrante que sus ojos no podían dejar de mirar.
Era una hembra hermosa y altanera que no
conocía hasta hoy. Los colores en sus
plumas fascinaban, y la suavidad que se desprendía de ellos, parecía que lo
acariciaba.
Que atracción por esas plumas, tanto, que se
atrevió y se le acercó.
_ No te había visto antes, ¿qué animal
eres?
_ Soy una de las criaturas mas hermosas
creadas y todos se sienten fascinados por mi gran belleza.
Sé moverme con soltura y sensualidad
y mi cuello es perfecto.
El caballo estuvo de acuerdo. Pensó cómo sería ver a esa deliciosa princesa
todos los días y perder sus ojos en tanta magnitud.
_ ¿Quieres venir conmigo a mi tierra y vivir
donde yo vivo?
La pava real miró a su alrededor; sucio y abandonado, donde casi nadie la
miraba ya, había mas como ella y todos
eran parecidos; menos aquel gato que
algunas noches trepaba al único árbol junto a la chabola.
Miró al caballo alto y lustroso, noble y
confiado, y no dudó más.
Juntos llegaron al sitio en el que siempre
soñó estar. Limpio y precioso, con mucho
sol que hacía brillar aún más su vistoso plumaje.
Vio también tantos y tantos animales que
podían admirarla y admirarla. El sueño
se había hecho realidad. Ya no
necesitaba al insignificante caballo que ahora ya no le parecía ni tan alto, ni
tan imponente.
El caballo triste ya, no veía el sol
caliente, ni la hierba verde, ni quería compartir con sus amigos.
Su reina lo apartaba de sí; apenas se acordaba cómo era la seda de sus
alas.
Su mirada estaba hoy tan nublosa, como
aquella mañana lejana.
PAULA
que bonito poema paula,no dejes de volar con tu imaginación josean
ResponderEliminar¡muy bonito, Paula!muy bien escrito. pero me he quedado con la duda, ¿qué hará el caballo?¿cómo le va a dar la vuelta a la situación? espero la segunda parte... un beso a todos y todas las compañeras de la Unidad. Virginia
ResponderEliminarGracias Virginia, tú tan amable. Pues el caballo joven todavía, aprendió que no siempre lo que mas nos gusta no es lo mejor. No nos fiemos de las apariencias.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto. Paula