Únicamente miro el presente. Ya no me planteo opciones de futuro. Y no es por miedo, o incapacidad. Es que me he dado cuenta de que hay que aprovechar la vida hoy, porque no sabes cuando se puede torcer la vida. Darte un golpe. Una enfermedad, que llega súbitamente. Una desgracia. La muerte de un ser querido. Tantas cosas.
Yo acusé principalmente la muerte de mi hermana. Sucedida en plena juventud, con solo 32 años. Fue un golpe muy duro. Todavía hoy reconozco que no lo he superado enteramente. A pesar de que hace ya más de dieciocho años que murió. Y bueno. Me he acostumbrado a su ausencia, a que ya no esté más. No tenía otro remedio. He superado esa pérdida. He pasado el luto, tal vez demasiado.
Y hoy, en la unidad de día, hemos estado hablando sobre el empleo. Muchas de nosotras no podemos trabajar. Hemos sido diagnosticadas, y tenemos la incapacidad laboral absoluta. Eso fue un palo. No sé a los demás, pero a mí trabajar me gustaba. Daba un sentido a mi vida. Y, de golpe, nada. En mi caso, los papeles de la incapacidad los gestionó mi madre, porque yo estaba muy mal entonces.
Hoy en día estoy más tranquila. Sé que no soy una inválida, o no válida. Sí sirvo para hacer cosas. Para pensar, para hacer una vida normal, o casi. Para escribir. Sé que no sirvo para batallar en el mercado laboral a diario. Y, sin embargo, me gusta gestionar las horas libres. Escribir, leer, pasar ratos con la gatita.
No sé como será para otra gente, pero a mí me da mucha seguridad recibir una paga, aunque me resultó difícil recibir el diagnóstico de incapacidad total para trabajar.
Y ahí estoy. Mi sueño, más allá del trabajo, fue siempre escribir. Una novela. Ya la he escrito. Pero nadie me la quiere publicar. Por eso, porque lo que más deseo es escribir, pienso que mi vida no ha acabado. Está aquí, conmigo. Y, aunque no he sabido disfrutar de la vida nunca - ahora recientemente comienzo - me doy cuenta de que tengo mucho por hacer.
¿Sabíais que hay autores literarios que empezaron a publicar en su vejez?. Por ejemplo, Rosamunde Pilcher. No sé si os sonará. Pues publicó, por primera vez, a los 65 años.
Mi sueño, mi principal meta, es publicar. Poner en el mercado mi obra, y dejar que otros la evalúen y la juzguen. Y, a ser posible, escribir algo valioso y constructivo. Ayudar a las personas. Darles un motivo para la alegría y la paz. Pues ahí estamos.