Es la primera vez que me veo con fuerzas o con valentía de escribir sobre mi. Sobre mi corazón. Sobre las tormentas que llevo aguantando un año, camino a dos.
No. No son verdad las frases que dicen que el tiempo todo lo cura. ¿Acaso no te haces una herida y se te queda marca para siempre?
A veces las tormentas las puedo apaciguar con paraguas. Esos paraguas tienen nombre: FAMILIA. Si. Los de siempre. Aunque renegué de ellos en su día, en el momento en el que en mi alma, mi cabeza y mi corazón, empezaron las tormentas, las manos que me sostuvieron y me sostienen todavía, son las de mi familia, y un 'no te preocupes' de vez en cuando, ciertas noches, hace que duermas mejor.
Otras tormentas son tan fuertes que ni el sostén de ellos pueden hacer que me apacigüe. Recuerdo el por qué estoy así, y la tormenta se hace más fuerte. ¿Y que hago? Aguantar. Porque esas tormentas cada vez las veo más lejos. Miro sus ojos y las veo más lejos, y yo con más fuerza. Porque esas tormentas tienen nombre. Pero mi salvación tiene más. Y prevalece. Chic@s, pensar que prevalece, aunque ahora lo veáis todo negro como yo. Hay una frase que me gusta mucho, que dice que "lo bonito de las cicatrices es que si, nos mostraron lo vulnerables que fuimos, pero lo fuerte que somos por aguantarlas".
SUSANA
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