En este mundo de prisas en el que vivimos, de problemas, de
bombardeo de los medios audiovisuales y de vorágine por los acontecimientos diarios
que podamos vivir, parece que nunca encontramos un hueco para hablar con
nosotros mismos. Por eso, a veces, se emprende una huida hacia adelante o hacia
atrás, que resulta difícil poder pararla un poco o así parece, por lo menos.
Yo
procuro cuando me doy cuenta de que voy
mas acelerado de lo que debiera, intentar frenar. Para ello , me siento
solo en el sofá del salón de mi casa e intento establecer un diálogo, en
silencio pero con palabras, conmigo mismo, como si me tuviera enfrente. A veces
lo consigo pero otras veces no. Cuando pasa esto último y los pensamientos se aceleran y se agolpan hasta
llegar a asustarme bien por su velocidad o bien por su contenido, eso de “vamos
a hablar” lo doy por terminado, ya que interpreto que mis propios
demonios van a empezar a machacarme. Ya
digo que ese dialogo tiene que ser distendido, sin demasiada introspección ni
autocritica. Cuando eso no se cumple y ya ni se puede siquiera con el propio
silencio pongo la radio y busco una frecuencia para escuchar un poco de música y
distraer la cabeza. O me activo físicamente y me pongo a hacer una tortilla de
patatas o alguna otra cosa, o bien me
doy una vuelta por ahí, procurando moverme y cortar con todo lo anterior
porque ya empezaba a ser
contraproducente. Y si veo que estoy muy
agobiado o saturado, procuro echar una cabezadita y descansar esa cabeza que
nunca para.
Esto
parece un juego o un ejercicio sacado de la manga, pero a mi me duele dar
resultado cuando empiezo a sobrepasarme. Procuro no fantasear más de la cuenta,
y sentarme y decirme “bueno, y que pasa esta vez” y aunque no haya respuesta y escuche mi propio silencio, a mi me viene bien. Y también tengo mis propias creencias y suelo rezar por mi y también por los demás,
aunque a alguno le pueda parecer todo esto una estupidez.
Todos
somos un poco sabios, porque la vida nos enseña, porque no hemos nacido ayer y
porque todos tenemos una visión
particular sobre las cosas. Pero esto último hay que intentar contrastarlo y no
dejar que no se convierta en pensamientos obsesivos.
Todos podemos escribir un libro, el libro “de nuestra vida”
porque a todos nos han pasado cosas. Ese libro donde relatar lo aprendido, lo
dado y lo recibido, las vivencias, los éxitos y los fracasos, lo que nos asusta
y lo que nos agrada, etc.
No quisiera volver a caer otra vez en el infierno de épocas
anteriores en las que no encontraba consuelo ni alivio. Pero se que eso depende
en parte de mí mismo. En tomar la medicación asignada, en dormir mis horas, en
seguir con mi vida y en saber también pedir ayuda cuando la necesite y a quien
yo crea que pueda dármela.
Todos sabemos que la gente es como es muchas veces, pero
quedarse sólo lamiéndose las heridas también puede ser muy triste.
No somos amigos ni enemigo de nosotros mismos, pero hay que
intentar llevarse lo mejor posible con nuestro yo, y con otros también, a ser
posible, aunque esto último no depende sólo de uno.
Con esto ya acabo, creo yo. He querido contaros cómo intento
enfrentarme a mí mismo, y cómo hay veces que gano y otras que pierdo. Es
importante hablar y sacar las penas del alma, poco a poco y sin apabullarse, si
se puede.
Por otro lado, apenas veo televisión, no tengo ordenador
personal y siempre que puedo procuro descansar la cabeza. Tampoco toma
excitantes, no bebo alcohol ni consumo drogas, salvo el tabaco que fumo.
No pretendo con todo esto que os escribo dar lecciones a
nadie, porque ya somos todos mayores o ya tenemos una edad. Sólo pretendo
comunicar y daros a conocer un aspecto más de mi realidad cotidiana y de mi
quehacer diario.
Hasta pronto amigos. Un abrazo,
Buenas palabras, hacen pensar.
ResponderEliminarGracias por compartir con nosotros tus palabras, José Ángel. Un abrazo y a continuar adelante
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