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jueves, 10 de agosto de 2023

RELATO PREMIADO: EL PINO

 

Total, que estoy yo, con un esguince doble en el tobillo, un paraguas, la muleta y la mochila, con el culo mojado sentada en una banqueta, mientras está jarreando y yo sólo puedo pensar en la pulmonía que tendré al día siguiente. El objetivo de este encuentro con gente desconocida es conectar con la naturaleza de una manera diferente, pero lo único que conecta conmigo es el frío y la humedad. La persona responsable de guiarnos en esta especie de meditación, Violeta (un nombre que no podría ser más adecuado para dedicarse a lo mencionado) nos indica que elijamos un camino de los 4 que hay y que observamos, escuchemos, olamos y sintamos con el tacto lo que nos rodea, teniendo total libertad en ello, hasta que escuchemos el sonido de su llamada.

Elijo el camino que está más a la derecha (donde, políticamente hablando, sería al último que iría). Hay árboles enormes de densos troncos cuyas hojas saludan cada vez que cae una gota sobre ellas, briznas de hierba mojada que agradecen el clima de hoy mientras que yo sólo le puedo ver lo negativo a la lluvia y al frío. De repente, por lo que me alcanza a ver con un esguince, un paraguas, una muleta, la mochila y con el culo mojado, vislumbro un claro en el que no llueve. Me extraño porque está diluviando, pero justo en esa zona no. Alzo un poco el paraguas y veo el tronco más grande que he visto nunca. Y sigo subiendo y subiendo la mirada por el tronco hacia arriba, hasta que el paraguas no me cubre y la lluvia empapa mis gafas. Así que ahora no sólo tengo el culo mojado, sino también lo que me permite utilizar uno de mis sentidos básicos, pero al menos logro, entre las gotas de los cristales, alcanzar a ver la copa del pino que tengo enfrente. Creo que así debe sentirse una hormiga cuando ve a un humano.

Me fui acercando lentamente y una vez estuve bajo su frondoso cobijo, dejé el paraguas a un lado. Fue entonces cuando vi que le faltaba la parte de la corteza del lado con el que me miraba, y que alguien había grafiteado su amor en su tronco en carne viva: A+L = ∞

- Hola señor Pino. -Le saludo. –Es usted muy grande.

- Hola pequeña humana. Así es, he vivido muchos años. –Me contestó.

- ¿No le duele toda esta parte que le han arrancado? –Le pregunté pasando mi mano por el tronco húmedo.

- El dolor no es más que una de las diversas formas que puede adoptar la vida; es imposible vivir sin dolor, nos recuerda que estamos vivos, al igual que lo hace el placer y el amor.

- De hecho, parece que alguien declaró su amor infinito hacia su pareja justo en usted. –Le comenté señalando su ahora tatuaje. El señor pino rio.

- No hay nada infinito o no cambiante que exista en este mundo. Todo fluye, transmuta, cambia. También es parte de la vida. Su amor, de la misma forma que empezó, acabará, y se convertirá en otra cosa; puede que sea odio, amistad, muerte…

- Tiene usted razón, yo ayer estaba nerviosa pero ahora me siento muy tranquila.

Fue en ese momento que escuché la llamada de vuelta al grupo. Después de compartir con el resto cómo nos habíamos sentido, nos asignaron la tarea de volver a estar ocho minutos en un sitio elegido, y yo ya sabía a dónde quería volver.

Mientras volvía por el camino embarrado a donde se encontraba el señor Pino, vi cómo la lluvia repiqueteaba en troncos de diferentes tamaños, ya cortados y cubiertos por el musgo. Me invadió una repentina tristeza al pensar en las acciones que el hombre había perpetrado en contra de la naturaleza, sin fijarme en que esos troncos estaban huecos por dentro.

Esta vez no quería simplemente pararme en frente del señor Pino, así que extendí una bolsa de plástico a sus pies, me senté y acomodé mi espalda contra su tronco. Le volví a saludar:

- Hola de nuevo, señor Pino. Siento ser una pesada, pero es que es muy agradable hablar con usted.

 - Buenas pequeña humana. No debes pedir perdón, la verdad es que no mucha gente se para a hablar conmigo últimamente.

 - Vaya… eso es triste, ¿por qué no lo hacen?

- La mayoría de los que se paran a interactuar conmigo son la vegetación que me rodea, algún que otro insecto y los seres que habitan este parque. Hacemos intercambios o simplemente disfrutamos de la compañía mutua. Muy pocos humanos se paran a charlar un rato.

 - ¿Por qué? –Le repito.

- Supongo que sus ajetreadas vidas les impiden pararse unos minutos a disfrutar de la simple compañía de un pino tan viejo como yo, y cuando pasan por aquí, pasan como si todo lo que vieran formase parte del paisaje de un cuadro; no reparan en cada una de las pinceladas que conforman dicho paisaje, no se paran a analizar los millones de vidas independientes que lo forman.

- Tiene usted razón, deberíamos parar de vez en cuando y agradecer lo que nos rodea, ya sea grande o pequeño. Parece que tiene usted una vida muy aburrida…

- No te creas, las aves me cuentan chistes buenísimos cuando amanece. –Ríe.

- He visto mientras llegaba aquí que muchos de sus compañeros murieron asesinados por nosotros… Algunos incluso muy jóvenes…

 - Así es, aunque no es culpa del humano.

 - ¿Y no le entristece que murieran?

 - Su cuerpo murió, no ellos. Claro que me entristece no poder estar en su compañía, pero sé que antes o después nos volveremos a encontrar de cualquier forma, ya sea en el agua de un río o en el aire que ahora respiras. La muerte de lo físico es sólo otra de las formas de la vida, negarlo sólo hará que vivas en constante sufrimiento.

- Tiene usted razón. Yo es que cada vez que pienso que la gente que quiero morirá en algún momento me pongo muy triste y me bloqueo.

- Es normal que te bloquees si no aceptas esa emoción y te permites sentirla.

- Y ¿qué hace usted para no estar triste?

- Quién te ha dicho que no lo esté a veces? Claro que hay días en los que estoy triste, nervioso o enfadado, pero me permito estarlo. Me recuerdo que todo cambia, tanto para bien como para mal, y que esa emoción no es más que una ínfima parte de mi experiencia vital. ¿Cómo crees que murieron esos árboles? –Me pregunta.

- No lo sé, supongo que los cortaron.

- Sí, los cortaron, pero porque ya estaban muertos por dentro. Se bloquearon en todas esas emociones negativas y se fueron pudriendo de dentro hacia fuera. Ahora lo único que perdura de ellos es la carcasa que habitaban –Miro los troncos cortados y veo el agujero interno que tienen –. Ahora ellos forman parte de otras cosas, como el calor de la hoguera que te arropa en una noche fría, o las hojas del cuaderno que tienes en la mochila.

 - Tiene usted razón. ¿Podría cogerle un trocito de hojas para recordarle señor Pino?

 - Claro, si es que llegas. –Me dijo riendo, burlándose de mi cojera.

Pegué saltitos a la pata coja hasta alcanzar coger un pequeño trozo de una ramita.

- Gracias señor Pino, tanto por el regalo como por la charla.

- No hay de qué

- Una última pregunta, ¿Qué puedo hacer para ayudar a los que, como sus compañeros, se sienten bloqueados por tanta negatividad?

- No puedes ayudar a alguien que no quiere ser ayudado. Por otra parte, cada ser es diferente y necesitarás entenderlo para poder ofrecerle la ayuda que necesita. No lo sé, eso tendrás que descubrirlo tú. Piensa pequeña humana. –Se despidió

- Tiene usted razón.


MAI. GANADORA DEL TERCER PREMIO DEL CONCURSO DE RELATOS BREVES ORGANIZADO POR EL SERVICIO DE TERAPIA OCUPACIONAL DEL HOSPITAL PSIQUIATRICO DE ARABA. 




 

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