“La fábula del aguilucho” (publicada en este blog y
trabajada en la Unidad, la podéis leer
AQUI aquí), me pareció muy bonita cuando la
leí, hace ya unos días, y quisiera añadir unas palabras sobre la libertad, el
volar y la convivencia.
Yo he pasado 9 años en la Unidad de Día, y casi había
perdido la noción de lo que es “volar”,
porque cuando entré, yo también estaba bastante malherido.
No es fácil tener que renunciar a una porción de libertad al
estar en la Unidad, pero me ha compensado: el haberlo pasado unas veces bien y
otras no tanto, porque todo eso va teniendo ahora sus frutos.
No confundamos eso de volar
con tener alucinaciones o ilusiones que podrían ser, a juicio de muchos,
extravagante o fuera de nuestro alcance. Todos estamos limitados físicamente, y
mentalmente también, aunque siempre podemos soñar despiertos.
La medicación merma o puede mermar las capacidades, pero hay
que tener en cuenta que también puede aliviar el sufrimiento, aunque se sufra
de otra forma. Todos hemos imaginado alguna vez que sin ella seríamos seres
extraordinarios, o hemos fantaseado con eso. Y digo yo: ¿por qué esperar si
podemos empezar a serlo allá donde estemos a nuestra manera? Los miedos están
ahí y parece que no desaparecen porque siempre vuelven. Pero la libertad tiene
mucho que ver con la confianza: confianza en uno mismo, en que sabremos ir
resolviendo nuestra vida según vayan viniendo los acontecimientos y confianza
también en los otros, en que nadie tiene por qué hacernos nada y menos si
nosotros tampoco vamos con intenciones de hacer daño gratuitamente a nadie.
Todos podemos tener un espacio propio, con nosotros mismos,
cuando la convivencia se enrarece, pero hay que ir resolviendo también los
problemas. Dicen que es “mucho mejor pensar lo que se dice que decir lo que se
piensa”, y que a veces también es mejor morderse la lengua. Con los actos pasa algo parecido: creo que no es bueno
obrar demasiado impulsivamente, sino que hay que empezar a hacer pequeños
planes. También creo que es bueno obrar con un poco de prudencia, pero tampoco
demasiada, e ir dejando de lado algunos miedos para ir así aprendiendo, primero
a andar, luego a correr y finalmente a volar
sin tener ese continuo temor de que nos puedan derribar de un perdigonazo,
y menos si obramos con consciencia y un poco de prudencia.
Y como digo yo, que vida conocida solo tenemos una, y hay
que intentar vivirla dejando de lado ese medio estar entre la vida y la muerte
por no querer hacerlo.
Todo se va aprendiendo, porque nadie nace sabiendo, y como
dicen también : “tampoco se hizo Roma en una hora”: mirando el día a día,
porque de eso depende el mañana, que tampoco sabe nadie como va a ser a ciencia
cierta.
Y sin más que añadir, me despido de vosotros con un abrazo y
hasta pronto.
Jose Angel
Gracias por tus reflexiones, Jose Angel. Aunque ya no acudes a la Unidad, tus palabras siempre nos dan qué pensar y nos ayudan a coger impulso... un saludo de tus compañeros
ResponderEliminarMuchas felicidades por tu artículo, la verdad que llegas al corazón. La vida hay que vivirla y hay que luchar por hacerlo lo mejor posible. Genial.
ResponderEliminar