Pienso, así como lo siento, que las
relaciones afectivas dejan mucho que desear, la mayoría de las veces. Supongo
que será, en parte, porque todos dejamos mucho que desear a la hora de la
verdad, la mayoría de las veces también. Por otro lado porque oímos pero no
escuchamos, miramos pero no vemos y porque estamos sujetos, si no presos, a
nuestra propia soberbia, egoísmos, envidias y mentiras, y porque estamos más a
ver qué es lo que podemos sacar del de enfrente. Los miedos también cuentan y
están ahí latentes y parece que todos esperamos a ver quien es el valiente o el
loco que da el primer paso al frente para echarle todo por tierra y
descalificarle o echar unas risitas a su costa.
Básicamente somos química y estamos sujetos
a procesos químicos que alteran el pensamiento. Por ahí dicen que “pienso luego
existo”. Otros lo cambian y dicen “siento luego existo” y yo me atrevería a
decir “ocupo un espacio físico luego existo”, porque si no seríamos solo
espíritu o energía.
Necesitamos dormir, comer y beber para poder
seguir subsistiendo, pero también necesitamos básicamente, como algo también
primario, el relacionarnos unos con otros. Lo que pasa es que me parece que no se puede esperar tampoco demasiado del de
al lado porque todos estamos atados a muchas limitaciones. Cuanto más esperas
de los demás el batacazo puede ser mucho mayor porque todos acabamos
decepcionando, tarde o temprano.
Muchas relaciones acaban siendo un “a donde
vas, manzanas traigo” y muchas veces adornadas detrás de unas copas u otras sustancias para coger
fuerzas y así tener la sensación de que sintonizamos con el otro, sentirnos
integrados y no percibir ese estado que es tan incómodo de que parece que no
nos entendemos con nadie, cuando en realidad no nos entendemos tampoco ni con
nosotros mismos, y andamos escapando como medio horrorizados de nuestra propia
voz interior que nos dice y a veces nos grita cosas y a la que nos negamos a
escuchar porque puede acarrearnos problemas añadidos y puede llegar, también, a asustar mucho.
“No solo de pan vive el hombre”, como decía
Aquel, y en este mundo de prisas, problemas, incomunicación y ruido, es
necesario también sosegarse un poco y dedicarnos tiempo a nosotros mismos y ver
si podemos aclararnos un poco.
Llega un momento que hay que apearse de la
rueda del mundo y montar en nuestro propio tranvía. Tener amigos está bien,
pero también hay que saber qué clase de amigos son. La familia no se elige, es
la que toca, pero los amigos sí que se pueden elegir, y como dice el refrán “mejor
solo que mal acompañado”, y así como dice otro que “si no hay más, contigo
Tomás”.
Esto es más o menos lo que pienso y siento
de las relaciones afectivas. Resumiendo, que muchas veces dejan mucho que
desear pero de las que uno no se puede sustraer a ellas porque convivimos todos con todos, de que no
se debería pedirá a los otros más de lo que uno esté dispuesto a dar y de que al
final estamos abocados a entendernos aunque sea difícil sintonizar en la misma
frecuencia de onda.
Sin más, un saludo a todos y hasta la
próxima, amigos.
Jose Ángel
Pues un poco embrollado el tema, pero al final me ha gustado mucho el último párrafo, que es con el que me quedo. Se ve que al escribir se aclaran las ideas y concluimos mejor que empezamos...Enhorabuena y sigue escribiendo. Pérez Zeledón.
ResponderEliminarCuanta razón llevas Jose Angel, los amigos pueden contarse con los dedos de la mano y muchas veces hasta nos sobran dedos. Nuestra vida está llena de conocidos con los que tenemos mas o menos relación,pero gente con la que contar en cualquier momento y situación es muy difícil de encontrar. Feliciades por la reflexión.
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